lunes, 27 de enero de 2014

VAN Y VIENEN

 
-Abuelo, por qué las olas vienen y van?

-Te refieres a por qué vienen y van sin descanso?

-Sí. ¿Cómo es que nunca se quedan quietas?

-Las olas son la vida que baña nuestra alma. Las olas nos golpean y luego se disculpan. Nos traen desgracias y también alegrías. Nos van desgastando  y arrastran nuestros sueños.

-No lo entiendo, abuelo.

-Mira, acuérdate que a veces, cuando venimos a la playa al atardecer, a pasear por la orilla, tú te diviertes jugando a buscar tesoros que ha traído el mar. En ocasiones hallas restos de botellas, con las que has de tener cuidado de  no hacerte daño, papeles y basura, que ensucian la arena, restos de peces, medusas y cangrejos, con los que te apenas al pensar que están muertos.

-Sí, es muy triste ver todo eso, me hace sentir muy mal.

-Pero, hay otras tardes en que encuentras conchas de mil colores, de mil formas, e imaginas lo que vas a construir con ellas, un cohete, un caballo, un castillo…

También encuentras piedras como diamantes, como rubíes, como esmeraldas, y tú te inventas un tesoro en una isla. Y otras  muchas, chapoteas junto a bancos de infinidad de diminutos pececillos que besan tus pies desnudos, y luego te retan a que los persigas y te pasas corriendo el resto de la tarde salpicando aquí y allá. Lo pasas muy bien entonces.

-Es cierto, abuelo. Esas son las mejores tardes. Vuelvo muy contento a casa.

-Pues la vida es igual. A veces nos trae momentos tristes en los que nos apenamos, y lloramos y nos enfadamos, y muchas otras nos regala alegrías, belleza, diversión y bienestar. Las unas complementan a las otras. Las unas viven gracias a  las otras. Las unas se valoran gracias a la presencia de las otras.

Las olas han de ir y venir, cada día, todos los días. Mientras el mundo sea mundo.

Es su vida.

Es nuestra vida.