lunes, 15 de septiembre de 2014

EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

Cierro los ojos y me evado. Hasta tal punto que dejo de oír a la gente, a los niños gritando. Tan sólo percibo el ir y venir de las olas. Y me abandono a esa sensación y al cúmulo de estímulos, tanto externos como internos, que me rodean.

Ahora estoy en la playa, de nuevo. Pero no cualquier playa, una especial. La playa en la que únicamente existimos los dos. Nadie alrededor. Me desprendo de la parte superior del bikini. Y una nueva oleada de placer me desborda. La libertad al 200%. Tan solo el agua, el sol, la brisa… que, en perfecta coordinación proporcionan un escenario idóneo para que mi cuerpo despierte.

Sigo con los ojos cerrados. Y tú sigues ahí.

De repente, los abro y te sorprendo recorriéndome de arriba abajo. Me gusta.

-Qué miras?

-Te miro a ti-respondes sin dejar de hacerlo.

Aunque la respuesta era obvia, consigue que  una sensación interna me recorra a la par que tu mirada.

-Me encanta profanarte cuando duermes. Cuando sé que no me ves. Me encanta mirarte. Recorrer el paisaje de tu cuerpo en toda su extensión. Viajar por las colinas de tus pechos, la llanura de tu vientre. La locura de tus caderas. Sería capaz de pasarme horas mirándote.

No puedo evitar sentirme inmensa. El oír esas palabras me desarma del todo. Y sonrío.

-En qué piensas?-me preguntas al verme sonreír.

-En ti. Sólo en ti.