domingo, 15 de marzo de 2015

ENTRADA PROHIBIDA


 Llamó a su puerta repetidas veces, pero, al parecer, aquella puerta encarnada que, tiempo atrás estuvo abierta, ahora estaba completamente cerrada.
Por muchas veces que se acercó confiado, y por innumerables llamadas que realizó, aquella entrada a lo más profundo de los sentimientos, le vedaba su paso.
Él, un triste y solitario proyecto de quién sabe qué, se sintió condenado a esa incertidumbre, sin oportunidad alguna de conocer, sin la merecida recompensa que le brindase una respuesta a su inquietud, sin ocasión de poder asomarse y comprobar lo que vivía al otro lado.
Aquella puerta, sellada ahora, compañera en los cálidos días y  largas noches, dónde, arrodillado suplicaba tan sólo una rendija, una insignificante abertura, por dónde deslizarse y poder descubrir la magnitud de su interior. Aquella puerta, firme en sus convicciones, sensata hasta la saciedad, racional en desmesura, le negaba todo atisbo de ilusión, de un “quizá”, de un sueño.
Resignado, decepcionado, quizás cansado, se alejó. Dejó atrás la puerta, no sin antes escribir una nota, sujeta con una simple chincheta a la encarnada barrera.

“Si aún te preguntas el porqué de mi persistencia, piensa que una de las pocas certezas en la vida es querer conocer aquello que realmente  crees que merece la pena” .


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