martes, 5 de marzo de 2013

EN POS DE SU DESTINO


Cuando por vez primera vio el inmenso cielo azul, se le iluminó su cara. Carita remojada que comenzó a brillar en tornasol al compás de una danza entre piedra y piedra.
Disfrutaba con saltar de recodo en recodo, emitiendo aquel tintineo, que en días silenciosos, acompañaba a todo el que se asomaba a saber de él.
Desde el primer momento había sabido que su fin sería glorioso, el fruto de su esfuerzo, a lo largo de su camino, daría como resultado la expansión en todo lo largo y ancho de su estado inicial. Pero ese camino sería duro, difícil, tortuoso.
Su crecimiento fue notable, pero inversamente proporcional a su ímpetu. Mantenía el deseo de su meta, aunque la celeridad de obtener lo más deseado empezaba a disminuir y el esfuerzo comenzaba a hacer profunda mella en todo su ser. No por ello cejó en su empeño de seguir hacia adelante, siempre en pos de tan magnífico final.
Cuando llegó a su madurez más intensa, muy próximo a su vejez, ya no gozaba con la fuerza y la resistencia propias de aquel que un día descubrió el firmamento. En su lugar, avanzaba un ser maduro, parsimonioso, sensato, que admiraba las maravillas que a su paso desfilaban, que prefería alcanzar su destino sin prisas, sin aceleración, sin diligencia.
Apreciaba el valor del momento y se entretenía en la mera observación de su entorno, de todo lo que le rodeaba.
Ese era él. En lo que se había convertido. Maduro y con cuerpo, como un buen vino, a la espera de lo más ansiado.
Y por fin llegó el gran día. Su final, cercano, ya estaba aquí y, pausado, pero sin detenerse, se abandonó a su suerte. Su luz se entremezcló y pasó a ser una increíblemente más poderosa. Todas sus partículas se disgregaron y tomaron forma en un ente infinito. Su canción dejó de ser única para convertirse en una orquesta multivocal. La sensación de libertad fue ilimitada y se sintió pleno, en total éxtasis y en completa comunión con la inmensidad que ahora le rodeaba.
El pequeño riachuelo que un día nació de entre las rocas, por fin, se unió al infinito mar.



4 comentarios:

  1. No te acuerdas de La Paloma jajaja11 de marzo de 2013, 11:17

    Bello y elegante, sin discusión alguna.

    Morir, se puede morir de muchas formas, ...pero cuando te toque a ti (ojalá que de aquí a mucho), no será una pérdida cualquiera, ...pues cualquiera no escribe así sobre la muerte sin rebosar de vida.

    Thanks por lo que va siendo tu legado

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bellas palabras escribes sobre mí...y te lo agradezco de corazón. ;)

      Eliminar
    2. Y sí...me acuerdo de La Paloma. Qué tiempos aquellos... Y cuánto ha llovido desde entonces...

      Eliminar
  2. No te acuerdas de La Paloma jajaja12 de marzo de 2013, 14:19

    Ahí m'has dao, jajaja!!

    ResponderEliminar