lunes, 30 de diciembre de 2013

AL FILO DE UNA CARICIA


 
Se sintió traicionada, decepcionada, incluso engañada. Jamás habría imaginado que él pudiese hacer una cosa así. Ella había depositado toda su confianza en él. Lo había dado todo por él y, sin embargo, le había sido premiado de aquel modo. Sentía  que le quería, pero no podía perdonarle aquello. Cuanto más tiempo dedicaba a analizarlo, más crecía su deseo de hacérselo pagar. El amor que sentía por él disminuía a pasos agigantados y un sentimiento de odio profundo inundaba poco a poco todos y cada uno de los rincones de su ser.

Ese odio tomó forma, e incluso, físicamente transformó a su poseedora. Su sonrisa se volvió maléfica, maquiavélica  y desafiante. Y su mirada dejó de ser dulce y angelical para tornarse penetrante y maligna.

Trazó su plan. Acabaría con él. Aunque para ajenos se antojase excesivo y desorbitado, para ella era justo, preciso y de ley.

Meditó su plan, con detalle, incluso con cierta satisfacción, y, cuando llegó el día, tras proveerse de un sencillo cuchillo del cajón de la cocina, se encaminó hacia la tienda de ultramarinos donde él trabajaba y pasaba la mayor parte del día.

Disfrazó su semblante con una máscara angelical y penetró en el establecimiento.

Él, ajeno a lo que en breve iba a acontecer, le dedicó su mayor sonrisa y, raudo, dejó lo que estaba haciendo, para acercarse a la que era objeto de su más primitiva pasión. El mero hecho de sentirla cerca, despertaba en él unos sentimientos algo lascivos y debía hacer esfuerzos para no dejarse llevar.

Se colocó de inmediato a su lado. Afortunadamente, en ese instante no había clientes. Era algo tarde ya, y sólo los de última hora podrían aparecer, aunque era probable que no fuese así. Este hecho enervaba aún más su masculinidad y su deseo hacia ella, que, por el contrario, se mantenía fría y calculadora, apretando enérgicamente el cuchillo con su mano en el interior del bolsillo del abrigo. Solamente debía extraer su mano y apretarla contra el cuerpo de él. Estaba a escasos centímetros de ella en ese momento. Ni siquiera se percataría de lo que estaba pasando . Y la hoja se incrustaría en su cuerpo acabando para siempre con su vida.

Pero ocurrió algo impredecible, algo que nunca hubiera pensado que le daría la vuelta a todo.

Excitado como se encontraba, y acrecentado por la proximidad de ella, no puedo evitar apartarle el oscuro pelo que le descansaba sobre su hombro, para dejar a la vista un níveo cuello que le suplicaba su contacto. En décimas de segundo y, sin tiempo a reaccionar, sus labios encontraron la piel y un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la mujer, hasta sus dedos, que, como por arte de magia, rechazaron el cuchillo fuera de su dominio. Su mente se nubló, su odio se desvaneció. Cerró los ojos y un nuevo temblor viajó por su ser mientras él continuaba recorriendo su cuello con los labios, suave, lentamente, con una ternura exagerada, con un deseo incontrolable.

¿Dónde estaba ahora aquel ímpetu de acabar con él? Había desaparecido, dejando su paso a aquel amor que había sentido tan sólo unos días antes, aquella pasión que en ningún momento desapareció, que permaneció al acecho, a la espera del detonante.

Sus armas de defensa no surtieron efecto. Su coraza cayó estrepitosamente al suelo de aquella tienda y, entre beso y beso, se encaminaron a la trastienda, donde la pasión encontró su libertad y ambos se abandonaron al frenesí.
 

2 comentarios:

  1. El amor es lo que tiene, aunque se quiera no se puede resistir a un beso tan apasionado y necesitado. Me gusta el relato como siempre, no decepciona.

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  2. Sempre he cregut en el poder dels petons més sincers. Emocionant relat amb final feliç. M'agrada.

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