"Que nunca te falte un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar a dónde ir... y alguien a quién amar".
lunes, 21 de enero de 2013
HAY ALGO MÁS...
Vivía encerrado,
enclaustrado entre aquellas cuatro paredes. Llevaba así más de siete años. Su
única razón de vivir era aquella computadora, un ordenador algo obsoleto ya , pero que ejercía sus
funciones casi perfectamente. Apenas dormía, únicamente se recostaba en un
sillón encarnado cuando definitivamente sus párpados le pesaban demasiado.
Delante del monitor transcurría su vida, su monótona vida. Conocía todos los
rincones de la red, y los visitaba una y
otra vez.
La calle, hacía mucho tiempo
ya que no la pisaba. Sus necesidades básicas, a través del teléfono o por
internet, se veían satisfechas con la comodidad suficiente como para no salir.
Era un Gollum informático
cuyo tesoro más preciado le mantenía atado a aquella silla, al que ni siquiera
el ruido de la bola demoledora, intentando derrumbar un edificio anexo al suyo,
perturbaba su quehacer diario, frente a la pantalla.
Pero cuando, por error,
una de las paredes se hizo mil pedazos, tras el tremendo golpe de la maza de
hierro, la iluminación fue extraordinaria, la luz del sol penetró salvajemente
y alumbró toda la estancia. Dirigió la vista al gran resplandor, y le fascinó,
le hipnotizó, le embrujó, de tal manera que a partir de ese momento dejó de
mirar el ordenador. Lo enterró en su olvido y se dedicó a vivir en el exterior,
empapándose de oxígeno, de sol y de lluvia.
domingo, 13 de enero de 2013
NADA ERA IGUAL YA
Nada era igual ya.
Sus instantes de felicidad plena se habían ido con él. Su capacidad de sentir amor también.Sólo le quedaban largos días con sus eternas noches en los que la casa dejaba escapar sus silenciosAquel piano, en el salón, coleccionaba polvo ahora, los libros de la biblioteca eran sólo eso, meros libros.
El jardín comenzaba a
descuidarse, reuniendo gran cantidad de malas hierbas. Pero lo que más echaba
de menos era el gran vacío de la noche, en la que su lecho se convertía en una
gran extensión yerma, ausente de calor alguno, pero conservando su esencia. Sus instantes de felicidad plena se habían ido con él. Su capacidad de sentir amor también.Sólo le quedaban largos días con sus eternas noches en los que la casa dejaba escapar sus silenciosAquel piano, en el salón, coleccionaba polvo ahora, los libros de la biblioteca eran sólo eso, meros libros.
Nada era igual ya.
Aún le parecía sentir sus brazos, poseyéndola, su respiración profunda, su mano sobre ella, su aroma, cuando en tantas ocasiones se había desvelado de madrugada, y entre tinieblas le había observado, como dormía.
Ahora apenas conciliaba el sueño, y se embelesaba contemplando el vacío que le sustituía, añorando el calor de su cuerpo en las frías noches, deseando su cálido contacto.
Nada era igual ya.
La había abandonado. Se sentía sola, desdichada, desamparada. Su hogar había dejado de serlo. Su corazón había dejado de sentir. Su mente apenas si razonaba. El motivo de su existencia ya no estaba junto a ella. El motor de su vida había desaparecido. Había dejado de funcionar. Todo lo que le rodeaba había dejado de tener valor.
Nada era igual ya.
jueves, 3 de enero de 2013
QUÉ RAZÓN TIENEN...
Aquel ruidito , apenas imperceptible, le había pasado inadvertido desde quién sabe cuándo. Pero esa noche, por alguna razón, le sobresaltó. Era como un XOOF XOOF, seguido de un FRRRRSSSSS e inmediatamente GROMMF, GROMMMF…
Se incorporó y prestó más atención. Lo último que había percibido se repetía y repetía. La curiosidad hizo su efecto y, embutiéndose en sus zapatillas, inició su investigación. Hubo de coger una linterna, ya que la luz a las 3:45 de la madrugada era más que nula. Recorrió el pasillo sin nueva alguna, hasta que llegó a la puerta del aseo. Al pisar algo, casi perdió el equilibrio y enfocó la linterna al suelo. Se trataba de una especie de baba, azul-verdosa, de una textura semejante a la baba de caracol (quizás iría bien para su cutis, que empezaba a ajarse a causa de la edad). Descartó esa posibilidad y observó que aquella baba, formaba un camino que se dirigía a la cocina. Continuó avanzando y al alcanzar dicha estancia el sonido se hizo más palpable. Dudó entre volver a su cama y taparse, cabeza incluida y confiar en que lo que hubiese allí desapareciese, o iluminar lo que fuese y atenerse a las consecuencias.
Tras decidirse por lo segundo, se armó de valor y dirigió el haz de luz de su linterna hacia el interior de la cocina. Al principio no vio nada, la mesa, las sillas, el jarrón, la tele, la cafetera…todo parecía normal, pero, entonces dirigió luz y mirada algo más hacia la derecha, en dirección al lugar donde se emplazaba la nevera. Pudo ver que estaba semiabierta, aún no entendía como no se había percatado de su luz unos minutos antes. Pero eso no era lo más extraño. Justo delante de la nevera había algo. Algo vivo. Se quedó paralizado, boquiabierto, perplejo y desconcertado. Allí había un pequeño ser, no mucho más grande que un gato, pero permanecía medio sentado, o eso parecía. Era como una masa blancoazulada. Sin nada que se asemejase a extremidades, se erguía engullendo todo lo que obtenía de la nevera. En aquel instante estaba comiéndose la tortilla de patatas que tanto le había costado cocinar aquella misma tarde. De un solo envite, desapareció gaznate abajo.
Pareció no percatarse de su presencia, ya que siguió tragando y atiborrándose de todo lo que encontraba. Cuando supuestamente se vio saciado, dejando la nevera prácticamente vacía, inició su rumbo hacia la puerta, rozándole apenas y dirigiéndose hacia el baño.
Petrificado, como se encontraba simplemente logró percibir el ya familiar XOOF XOOF. Y luego nada.
Cuando hubo recuperado movilidad, unos minutos más tarde, con más miedo que vergüenza se asomó al baño, para comprobar que, efectivamente, no había rastro alguno de aquel ente. Alrededor de la taza de váter, cuya tapa estaba levantada, había salpicaduras de agua. Seguramente habría huido por allí.
Entonces, recordó. Él mismo se la había dejado abierta justo antes de acostarse. Si la hubiese cerrado, quizás aquello no hubiera emergido por allí.
Ahora lo entendía. De ahí que la gran mayoría de las mujeres se quejaban a sus maridos de que bajasen la tapa del váter. Probablemente para evitar esas nocturnas visitas fortuitas que acababan con la compra de todo el mes.
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