domingo, 13 de enero de 2013

NADA ERA IGUAL YA



Nada era igual ya.
Sus instantes de felicidad plena se habían ido con él. Su capacidad de sentir amor también.Sólo le quedaban largos días con sus eternas noches en los que la casa dejaba escapar sus silenciosAquel piano, en el salón, coleccionaba polvo ahora, los libros de la biblioteca eran  sólo eso, meros libros.
El jardín comenzaba a descuidarse, reuniendo gran cantidad de malas hierbas. Pero lo que más echaba de menos era el gran vacío de la noche, en la que su lecho se convertía en una gran extensión yerma, ausente de calor alguno, pero conservando su esencia.

Nada era igual ya.
Aún le parecía sentir sus brazos, poseyéndola, su respiración profunda, su mano sobre ella, su aroma, cuando en tantas ocasiones se había desvelado de madrugada, y entre tinieblas le había observado, como dormía.
Ahora apenas conciliaba el sueño, y se embelesaba contemplando el vacío que le sustituía, añorando el calor de su cuerpo en las frías noches, deseando su cálido contacto.

Nada era igual ya.
La había abandonado. Se sentía sola, desdichada, desamparada. Su hogar había dejado de serlo. Su corazón había dejado de sentir. Su mente apenas si razonaba. El motivo de su existencia ya no estaba junto a ella. El motor de su vida había desaparecido. Había dejado de funcionar. Todo lo que le rodeaba había dejado de tener valor.

Nada era igual ya.
 
 

 

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