viernes, 1 de febrero de 2013

OCASO



 En sus últimos instantes se evadió a lejanos parajes, escenas de hacía años ya, cuando por vez primera conoció a la que ahora era su mujer. Su mente, en estos momentos no funcionaba con claridad y su capacidad de memoria se extinguía a pasos agigantados, como se extingue el fuego abandonado  a su suerte tras la noche, amaneciendo en su mínima expresión.

En los capítulos de lucidez intentaba evocar sus mejores recuerdos para conservarlos ahí y poder acudir cuando deseara. Pero la degeneración de su cerebro era inminente y lo peor de todo era que él tenía conciencia de ello.

Su vida se apocaba y lo sabía. Sus tantos bellos recuerdos paulatinamente se desvanecían, dando paso a un profundo vacío, una nada, un “status in albis” perpetuo y continuo en el que el negror aumentaba su poder.

En cuestión de unos pocos días dejó de llamar a su esposa por su nombre  se dirigió a ella como “esa”.

En otros pocos, se abandonó al abandono y, unidos alma y mente, concluyeron su largo camino en un simple suspiro. Sus párpados se cerraron. Luego….. silencio.

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