En los capítulos de lucidez intentaba evocar sus mejores
recuerdos para conservarlos ahí y poder acudir cuando deseara. Pero la
degeneración de su cerebro era inminente y lo peor de todo era que él tenía
conciencia de ello.
Su vida se apocaba y lo sabía. Sus tantos bellos recuerdos
paulatinamente se desvanecían, dando paso a un profundo vacío, una nada, un
“status in albis” perpetuo y continuo en el que el negror aumentaba su poder.
En cuestión de unos pocos días dejó de llamar a su esposa
por su nombre se dirigió a ella como
“esa”.
En otros pocos, se abandonó al abandono y, unidos alma y
mente, concluyeron su largo camino en un simple suspiro. Sus párpados se
cerraron. Luego….. silencio.
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