Ese odio tomó forma, e incluso, físicamente transformó a su
poseedora. Su sonrisa se volvió maléfica, maquiavélica y desafiante. Y su mirada dejó de ser dulce y
angelical para tornarse penetrante y maligna.
Trazó su plan. Acabaría con él. Aunque para ajenos se
antojase excesivo y desorbitado, para ella era justo, preciso y de ley.
Meditó su plan, con detalle, incluso con cierta
satisfacción, y, cuando llegó el día, tras proveerse de un sencillo cuchillo
del cajón de la cocina, se encaminó hacia la tienda de ultramarinos donde él
trabajaba y pasaba la mayor parte del día.
Disfrazó su semblante con una máscara angelical y penetró en
el establecimiento.
Él, ajeno a lo que en breve iba a acontecer, le dedicó su
mayor sonrisa y, raudo, dejó lo que estaba haciendo, para acercarse a la que
era objeto de su más primitiva pasión. El mero hecho de sentirla cerca,
despertaba en él unos sentimientos algo lascivos y debía hacer esfuerzos para
no dejarse llevar.
Se colocó de inmediato a su lado. Afortunadamente, en ese
instante no había clientes. Era algo tarde ya, y sólo los de última hora podrían
aparecer, aunque era probable que no fuese así. Este hecho enervaba aún más su
masculinidad y su deseo hacia ella, que, por el contrario, se mantenía fría y
calculadora, apretando enérgicamente el cuchillo con su mano en el interior del
bolsillo del abrigo. Solamente debía extraer su mano y apretarla contra el
cuerpo de él. Estaba a escasos centímetros de ella en ese momento. Ni siquiera
se percataría de lo que estaba pasando . Y la hoja se incrustaría en su cuerpo
acabando para siempre con su vida.
Pero ocurrió algo impredecible, algo que nunca hubiera
pensado que le daría la vuelta a todo.
Excitado como se encontraba, y acrecentado por la proximidad
de ella, no puedo evitar apartarle el oscuro pelo que le descansaba sobre su
hombro, para dejar a la vista un níveo cuello que le suplicaba su contacto. En
décimas de segundo y, sin tiempo a reaccionar, sus labios encontraron la piel y
un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la mujer, hasta sus dedos, que, como
por arte de magia, rechazaron el cuchillo fuera de su dominio. Su mente se
nubló, su odio se desvaneció. Cerró los ojos y un nuevo temblor viajó por su
ser mientras él continuaba recorriendo su cuello con los labios, suave,
lentamente, con una ternura exagerada, con un deseo incontrolable.
¿Dónde estaba ahora aquel ímpetu de acabar con él? Había
desaparecido, dejando su paso a aquel amor que había sentido tan sólo unos días
antes, aquella pasión que en ningún momento desapareció, que permaneció al
acecho, a la espera del detonante.
Sus armas de defensa no surtieron efecto. Su coraza cayó
estrepitosamente al suelo de aquella tienda y, entre beso y beso, se
encaminaron a la trastienda, donde la pasión encontró su libertad y ambos se
abandonaron al frenesí.
El amor es lo que tiene, aunque se quiera no se puede resistir a un beso tan apasionado y necesitado. Me gusta el relato como siempre, no decepciona.
ResponderEliminarSempre he cregut en el poder dels petons més sincers. Emocionant relat amb final feliç. M'agrada.
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