domingo, 22 de junio de 2014

GRANDES PENSAMIENTOS


IMAGEN vs. PALABRA


UNA TUTORÍA DE PROVECHO


Siempre le había llamado la atención. Incluso llegó a pensar que antes de conocerla, anteriormente al inicio del curso, ya sentía ese morbo que a día de hoy le desbordaba por cada centímetro de su piel.

Agradeció a saber a quién, el hecho de haber podido matricularse en aquella asignatura de biología avanzada, y así, haberla conocido.

Aquella tarde, asistió de nuevo, con una inquietud nueva, que incluso le sorprendía a él mismo. Desde hacía unos días, ella le había regalado un par de miradas más insinuantes de lo habitual. En realidad, lo normal era que no le mirase, hasta hacía una semana aproximadamente, en la que, como  por arte de magia, se había percatado de su presencia y desde entonces, las clases parecían dirigidas exclusivamente a él.

La lección avanzó lo que estaba programado, pero en la mente de él todo tomaba forma, ya no le interesaba la química orgánica, los alcoholes y la glucosa. Su lugar lo había ocupado por completo aquella mujer.

Al terminar la clase, y, tras una última mirada provocadora, avanzó hacia ella y le pidió una tutoría. Todo era mirarla, y se descomponía. Sus labios se movieron sensualmente para pronunciar una hora en su despacho.

Todavía no se lo creía. Los nervios se le disparaban. No sabía exactamente lo que le producía su cercanía, pero no era miedo precisamente. Pensó que debería prepararse una excusa para romper el hielo. Si ella se percataba que no había tema, le echaría del despacho de inmediato.

En cuanto concretó la consulta, tras unos diez minutos inacabables de dura espera hasta la hora convenida, se dirigió al despacho de la profesora.

En el pasillo, la demora se hizo eterna, a pesar de que tan sólo hubo de esperar unos instantes en el exterior, antes de que la puerta se abriese para dejar paso a la gran diosa.

Pensó que, posiblemente, ella también desease aquel encuentro, aún ajena al motivo real que le movía.

En el umbral de la puerta, sinuosa cual serpiente en un árbol, se movió indicándole con un simple pero intenso gesto con la mirada que la siguiese al interior del despacho.

Toda la valentía que le caracterizaba, se había desvanecido, sintió miedo, al mismo tiempo que un deseo desbordante, que le recorría el cuerpo, que le decía a gritos que debía hacer suya aquella mujer, costase lo que costase. Se había convertido en una necesidad imperiosa, era cuestión de vida o muerte, o la conseguía o se arrepentiría toda su vida.

Frente a él, como si el tiempo se hubiese detenido, estaba ella. Le miraba, atravesándole con aquellos negros ojos almendrados. ¿Por qué se le asemejaba que se había vestido para él? ¿Acaso sospechaba que sus intenciones estaban muy lejos de una simple tutoría?

Lucía un vestido negro, ceñido, dejando ver lo justo pero suficiente como para elevar su deseo a la máxima potencia.

Intentó pronunciar una palabra. Sorprendentemente no brotó nada de sus labios. No conseguía exhalar ni un solo sonido. Todo él era deseo. Nulo para cualquier otra acción que no tuviese que ver con hacer suya aquella mujer que le observaba, ahora con mirada de asombro.

Por un momento se sintió mezquino, y decidió confesarle sus intenciones, aún a riesgo de ser expulsado y acusado de acoso. Para su asombro, tras hacerle partícipe de sus apetitos más profundos, la profesora, no se escandalizó. Todo  lo contrario, se sintió muy halagada. Mostrándose aún más cercana e insinuadora, se aproximó a él, dejando apenas milímetros entre ambos cuerpos, rozó con sus labios los de él, aumentando el delirio a límites insospechados.

La provocación tuvo su premio. En unos instantes, ese leve contacto desencadenó en un frenesí desmesurado, faltó tiempo para despojarse de ropas y atuendos. La mesa del despacho volcó papeles, lámpara y demás artilugios en el suelo, para dejar sitio a los dos cuerpos, sin ropa ya, envueltos en deseo, pasión, fogosidad y ardor.

Únicamente el encargado de limpieza pudo haber oído los sonoros empaques contra la mesa y los apasionados gemidos de ambos.

El éxtasis fue colosal y tras la subida a la cima y la erupción volcánica,  a la llegada del relax se quedaron quietos, callados y quizás algo avergonzados.

Con un simple “Ha sido fantástico” por parte de él, un “excepcional” que surgió de ella y un apenas perceptible “ Hasta luego” de los dos, él se vistió lo más rápido que pudo y abandonó el despacho, dejando una mujer también a medio vestir y con una sensación de incredulidad, pero de satisfacción indescriptibles.

Al día siguiente, únicamente se dirigieron una mirada furtiva, pero que a ambos les produjo una pequeña sonrisa y un fugaz recuerdo del día anterior, en el que el deseo se convirtió en fuegos artificiales.

Y la clase dio comienzo como otro día cualquiera.
 
 

jueves, 19 de junio de 2014

POLIFACÉTICO TIEMPO


El tiempo cuando no estás se hace eterno.
El tiempo junto a ti parece ser etéreo.
¿Y qué es el tiempo?
 
Alguien dijo que el tiempo sin ti es... "empo".
 
Nunca hay tiempo suficiente para amarte.
 
Recordarte cuando te vas es tiempo perdido.
 
¿Por qué perder el tiempo intentando odiarte?
 
¿Por qué pasar el tiempo tratando de olvidarte?
 
Puede que sea más factible dar tiempo al tiempo.
 
Y esperar que vengan tiempos mejores.


 
 

 

MELODÍAS PARA SOÑAR


¿POR QUÉ?


Era el menor de seis hermanos, cuatro chicos y dos chicas. Su infancia estuvo a rebosar de grandes momentos, la visión del nuevo mundo, sus primeros pasos, los instantes en que saciaba su hambre, el cariño y la dulzura de su madre, los juegos con sus hermanos y hermanas, e incluso, la relación con su padre, aunque habría sido siempre algo brusco con él.

Pero como en toda buena familia, no todo eran momentos agradables, y cuando contaba unos tres meses, sin previo aviso, fue separado de sus seres queridos y llevado a una nueva casa, con nuevas normas y nuevos miembros a quién conocer.

En seguida notó que era bien acogido, sobre todo por parte de aquel niño, de no más de diez años, que le recibió con los brazos abiertos y le ofreció todo su cariño.

Así transcurrieron unos años, llenos de júbilo. Acompañaba a su amo dondequiera que éste iba. Pero últimamente éste no le prestaba demasiada atención. Algunas veces pensó que si no hubiese sido porque él mismo le seguía, aquel niño, no tan niño ya, ni se hubiese acordado de él. Aún así, le quería.

No comprendió cómo aquella tarde, anunciando tormenta, le animaron a subir a la camioneta y le condujeron a un lugar en medio de la nada. Primero pensó que, sorprendentemente, querían jugar con él, ya que le lanzaron su pelota azul bien lejos, para que fuese a buscarla, como tantas otras veces. Pero mientras corría en su busca, oyó de nuevo el  motor de la camioneta, a sus espaldas.

Se detuvo en seco y volvió la mirada hacia atrás, para ver cómo se alejaba, a toda velocidad, dejándole allí, solo, con la única compañía de aquella pelota azul, con la que tantos ratos habían compartido juego.

Sin querer pensar en nada, se encaminó hacia ella, sólo estaba a unos pocos metros. Sin prisas la cogió con la boca y, de nuevo, miró atrás, como esperando ver a aquella persona que había querido tanto.

Ahora no estaba. Le había dejado allí. Le había abandonado.

Su vacío interior era tal que durante un buen rato se quedó allí, de pie, esperando, con la pelota en la boca, mirando hacia el lugar dónde hacía unos minutos estaba la camioneta.

A lo lejos se oían truenos, mientras empezaba a llover. Cuando, por fin, notando cómo el agua le resbalaba por su cara y por todo su cuerpo, reaccionó, dejó caer la pelota, y se dirigió hacia el tronco de un árbol cercano, para resguardarse de la lluvia. Allí se recostó, intentando entender, intentando comprender, intentando asimilar, preguntándose por qué, esperando quizás a que volviesen a por él. Ni se atrevió a volver por sus propios medios. Y esperó, y esperó.

Semanas después, un desconocido que acertó a pasar por allí, detuvo su coche al ver un bulto al pie de un árbol. Se apeó del vehículo y, al acercarse, vio que se trataba de un perro, ya sin vida. Probablemente, pensó, llevaba bastantes días allí. A unos metros, había una pelota azul.

Sin volver a pensar en él, volvió a su coche y prosiguió su viaje.


 

MELODÍAS PARA SOÑAR