Ahora estoy en la playa, de nuevo. Pero no cualquier playa,
una especial. La playa en la que únicamente existimos los dos. Nadie alrededor.
Me desprendo de la parte superior del bikini. Y una nueva oleada de placer me
desborda. La libertad al 200%. Tan solo el agua, el sol, la brisa… que, en
perfecta coordinación proporcionan un escenario idóneo para que mi cuerpo
despierte.
Sigo con los ojos cerrados. Y tú sigues ahí.
De repente, los abro y te sorprendo recorriéndome de arriba abajo.
Me gusta.
-Qué miras?
-Te miro a ti-respondes sin dejar de hacerlo.
Aunque la respuesta era obvia, consigue que una sensación interna me recorra a la par que
tu mirada.
-Me encanta profanarte cuando duermes. Cuando sé que no me
ves. Me encanta mirarte. Recorrer el paisaje de tu cuerpo en toda su extensión.
Viajar por las colinas de tus pechos, la llanura de tu vientre. La locura de
tus caderas. Sería capaz de pasarme horas mirándote.
No puedo evitar sentirme inmensa. El oír esas palabras me
desarma del todo. Y sonrío.
-En qué piensas?-me preguntas al verme sonreír.
-En ti. Sólo en ti.
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