martes, 15 de septiembre de 2015

CUIDADO CON LO QUE DICES....


Amenazaba siempre con hacer tragar las palabras a todo aquel que le contestaba de un modo que a él le disgustaba. Esa amenaza, cada vez más frecuente, topó un día con un viejo vagabundo, que casualmente se interpuso en su camino.

O quizás no.

Salía del supermercado, cargado de bolsas, en las dos manos, e incluso abrazaba un par más, a riesgo de esparcir su contenido por el suelo del aparcamiento.

No le vio.

Y chocó con él.

Las bolsas fueron al suelo directamente, rompiéndose un par de botellas, una docena de huevos y un paquete de harina.

El vagabundo le increpó, añadiendo que debía tener más cuidado o atropellaría a alguien más.

Estas palabras le ofendieron y, una vez más, como ya venía siendo costumbre, le amenazó con hacerle tragar sus palabras.

El indigente, ni corto ni perezoso, simplemente le contestó:

-Cuidado, no vaya a volverse contra ti.

No le entendió, y siguió recogiendo lo que había derramado.

Al volver a casa, justamente al salir del coche, su perro Spike salió a su encuentro. Como siempre, se dispuso a saludarle con un “Hola Spike”, pero en vez de eso, se notó algo en la boca, y no tuvo más remedio que hacerlo pasar cuello abajo, para recuperar el resuello. Inmediatamente después, no fue capaz de pronunciar esas dos palabras de saludo a su perro. Incomprensiblemente, no consiguió emitirlas.

Más tarde, al ir a contestar a una llamada telefónica, todo lo que pretendía pronunciar, se le convertía en una bola pastosa que se veía obligado a tragar para no ahogarse.

Y lo mismo sucedió cuando la vecina llamó a su puerta para preguntarle algo sobre su coche. De nuevo aquel cúmulo de “algo” se interpuso entre él y sus palabras,  y una vez más hubo de tragarlo.

No volvió a decir una palabra. Todas se las tragó.
 

 

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