sábado, 3 de noviembre de 2012

HACIA EL ESTÓMAGO DE LA MADRE TIERRA

El persistente, incesante e incrustante pitido del matutino despertador le devolvió al mundo de los vivos. La noche había sido placentera aunque gran parte de lo vivido ya no formaba parte de su mente. No conseguía recordar mucho de lo que había acontecido tan sólo unas horas antes. Pero el dolor de cabeza era contundente.
Se acordó de la tarde anterior, intentando concluir aquel endemoniado trabajo sobre la asignatura que más odiaba. ¿Quién le habría mandado elegir una materia que tenía por nombre “Documentación y  evolución ético-bibliográfica de la administración sociológica”? Ni siquiera sabía lo que significaba y esa misma mañana tenía que presentar un proyecto versado en  ella.
 Afortunadamente, esa tarde, su amigo Marcial, le llamó y le invitó a salir de copas por la noche. Sin dudarlo un momento, aceptó, dando por hecho que ya estaba acabado el trabajo, y suponiendo que no tendría tan mala suerte que el profesor le preguntase algo sobre el tema. Decidió que alegaría una excusa pobre y lo entregaría el día siguiente.
La noche fue superior. En el pub de costumbre conocieron a un par de chicas, algo cariñosas de  más, que junto al alcohol, propiciaron que el tema acabase de la manera  deseada. Al  regresar de madrugada, y con más rabia que otra cosa de finalizar su aventura,  con placentero final, todo sea dicho, se desplomó en su cama y perdió la noción de la realidad, aún más, hasta que le despertó el fatídico despertador.
Ya en clase, rezó para que el profesor no pronunciase su nombre. El proyecto no acabado y la ignorancia sobre el tema produjeron que, inconscientemente, bajase su mirada y su expresión tomase un giro de súplica, hecho que no pasó desapercibido para el profesor Estrada, experto en localizar, humillar y hundir en la miseria alumnos poco brillantes.
-Sr. Carrascosa! Exponga usted su trabajo y conteste a la pregunta que le formularé a continuación….
El mundo se derrumbó. No oyó más. Apenas susurró:
-Tierra… trágame.
De repente, la clase pareció cambiar de inclinación. Mesas, sillas, y hasta personal, comenzaron a avanzar lentamente hacia él, como si fuese el centro de algo desconocido. El griterío se hizo palpable y bajo sus pies consiguió ver algo que se asemejaba a una grieta, creciendo por momentos. Sin tiempo de reacción, las fauces de la tierra se abrieron y le engulleron. A él, y sólo a él.
Cayó, y mientras lo hacía, su única visión fue cómo aquella grieta por encima de él, se sellaba dejándole sólo en su gran caída, a través del esófago de la tierra, precipitándose quién sabe dónde.
Nunca jamás se supo de él. Quizás aún siga cayendo, tragado, como solicitó, por la tierra.


1 comentario:

  1. uoffff!!!

    A partir de ahora, cuando busque cariño no olvidaré apostillar con un "...a besos".
    (Me refiero a cuando mire a unos labios en particular que yo me sé, y yo pronuncie en bajito eso de "boca, cómeme")

    :D

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