Las nubes, celosas, intentaban impedir,
en vano, el inminente y apasionado encuentro entre el fogoso astro rey y la dulce y enigmática luna.
La breve unión fue inevitable y, de nuevo, como en cada ocaso desde el principio de los tiempos, fugaz reencuentro y veloz despedida, fueron cuestión de minutos, y los amantes se resignaron a aguardar veinticuatro horas más para apenas acariciarse mútuamente otra vez....
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