Nunca se lo imaginó. De hecho, jamás le volvería a suceder.
La noche, en el exterior estaba estrellada, nada fuera de lo normal. Ningún indicio parecía vaticinar lo que iba a acontecer en los próximos instantes.
Permanecía inmóvil, recostado de lado en aquel desvencijado sofá que debería haber renovado hacía ya un par de años. El televisor, a escasos dos metros, se iluminaba y oscurecía al ritmo de un clásico, en el cual Charlton Heston y Eleanor Parker luchaban contra la marabunta.
-Bah- murmuró- Ya podría pasar algo interesante…..
No percibió rumor alguno. Nada le hizo sospechar lo que estaba a punto de ocurrir.
El sueño se apoderaba de él, lenta pero progresivamente, hecho que propició la facilidad de ataque de su agresor. Éste, una vez traspasada la pantalla, acechaba a la espera, con premeditación, alevosía y como no, nocturnidad, dada a avanzada hora.
Esperó y esperó, y como si de un gran depredador se tratase, aprovechó la inocencia y distracción de su presa y, pausadamente, se aproximó al brazo, que se descolgaba, lacio, por un lado del sofá.
Una a una, fueron escalando, cogiendo posiciones, hasta tenerlo totalmente cubierto. Le vistieron de un tono oscuro. Un durmiente pardo rojizo.
Y como si de una orden se tratase, y haciendo gala de la frase mundialmente conocida de Fuenteovejuna, todas a una le inyectaron una dosis letal de ácido fórmico, y su letargo se hizo eterno.
En cuatro horas, únicamente restó la osamenta.
El poder de la naturaleza al límite.
el ácido que hace de la coca-cola un ayudante de las digestiones, sí. Jajja!
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